
Biografía de Diego Velázquez
Diego Velázquez hizo su aprendizaje en Sevilla en el taller de Francisco Pacheco, con cuya hija se casó en 1617. Siendo aún adolescente, pintó algunas obras religiosas (La Inmaculada Concepción, La Adoración de los Reyes Magos) con un realismo inusual y pronunciados efectos claroscuros. Pertenecen a la misma época una serie de obras de género con figuras de prodigiosa intensidad y de intensa veracidad en la reproducción tanto de tipos humanos como de objetos inanimados; entre otros ejemplos se encuentran Vieja friendo huevos y El aguador de Sevilla.
También pintó en esa época cuadros religiosos insólitos ambientados en escenas cotidianas, como el Cristo en la casa de Marta o el Cristo en Emaús; de hecho, la capacidad de convertir escenas de la vida de Jesucristo en algo cercano y realista es una característica del barroco sevillano que Velázquez legó a otros artistas de su tiempo.
Estas obras, de un estilo por lo demás muy distinto al de su época de madurez, le valieron cierta fama, que llegó a la corte, de modo que en 1623 Diego Velázquez fue llamado a Madrid por el Conde-Duque de Olivares, figura válida de Felipe IV, para realizar un retrato del rey; tanto le gustó la obra al soberano que le nombró pintor de la corte.
Así comenzó para Velázquez una larga y prestigiosa carrera cortesana, durante la cual recibió títulos destacados, como el de ujier de cámara y caballero de la Orden de Santiago. Desde su nombramiento oficial hasta el final de sus días pintó numerosos retratos de Felipe IV y de varios miembros de su familia, a pie o a caballo.
Se trata de obras de gran realismo y excepcional sobriedad en las que el magistral uso de la luz sitúa los cuerpos en el espacio y hace vibrar a su alrededor una verdadera atmósfera. Los fondos, muy densos al principio, se vuelven más suaves y claros más tarde, con el paso del tiempo. En los retratos femeninos (el de Mariana de Austria, por ejemplo), el artista se complace en los magníficos vestidos, en los que muestra sus grandes cualidades como colorista.
La culminación de su carrera como retratista es Las Meninas, considerada por algunos como la obra pictórica más importante de todos los tiempos. También hay que destacar la incomparable serie de enanos y lisiados de la corte. Velázquez realizó dos viajes a Italia, uno en 1629-1631 y otro en 1648-1651. En ambos produjo importantes obras: La túnica de José y La fragua de Vulcano en el primero; los retratos de Juan de Pareja e Inocencio X en el segundo; el del Papa es un retrato portentoso, dotado de una vivacidad, intensidad y colorido excepcionales.
El genio de Sevilla es también responsable de una obra maestra de la pintura histórica, La rendición de Breda, pintada en 1634 para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro de Madrid. El mérito de la obra radica en la ausencia del habitual embellecimiento de las pinturas históricas y en la captación de las facetas más humanas del acontecimiento; la composición admirablemente resuelta y la atmósfera de extraordinario realismo han hecho de esta obra una de las más conocidas del maestro.
Artista prolífico, Diego Velázquez también dejó importantes creaciones con temas religiosos (Crucificados) y algunas con temas mitológicos en clave cotidiana, como Los borrachos o Los hilanderos, siendo esta última una de las obras más importantes del artista por la perfección alcanzada por la perspectiva aérea. El tono de la vida cotidiana, de los acontecimientos vivientes, da a estas obras una atracción particular.
De tema mitológico es también la magistral Venus del espejo, el único desnudo femenino que pintó y uno de los pocos en la historia de la pintura española. Poco conocido fuera de España hasta el siglo XIX, Diego Velázquez es considerado hoy en día como uno de los grandes genios de la pintura universal.
Vídeos de Diego Velázquez
Contenido