
Biografía de Elías Aguirre Romero
Cuando estalló la Guerra del Pacífico, Elías Aguirre estaba fuera de servicio, dedicado a un puesto de dirección en Iquique; sin embargo, mostrando un patriotismo a prueba de cañones, pidió su inmediata reincorporación a la Marina, su alma mater. Fue un hermoso gesto, digamos, de sublime amor a la patria. En ese momento, Miguel Grau, consciente de sus méritos y su valor, pidió al consejo de guerra que lo trasladara al monitor de Huáscar como segundo comandante. Bajo ese signo, el 8 de octubre de 1879, luchando junto al Caballero de los Mares, pasó a la gloria eterna.
Elías Aguirre Romero nació en Chiclayo, capital de la región de Lambayeque, el 1 de octubre de 1843. Fue el primogénito del matrimonio Carlos Aguirre y María Candelaria Romero. Tan pronto como terminó sus estudios primarios, sus padres lo enviaron a Lima para que continuara sus estudios bajo la tutela de sus tíos José y Manuel Romero (1854). Una vez en la capital, se inscribió en el Liceo, que dirigían los hermanos Pérez, y más tarde en el que dirigía don Jacobo López Castilla, que destacó en ambos institutos por sus buenas notas.15 años más tarde, Elías ya había decidido su futuro: sería marinero.
Ingresó en la Escuela Naval Militar en 1858, y dos años después se graduó como guardiamarina. Hizo sus primeras armas en la fragata Amazonas. Fue ascendido a alférez el 20 de enero de 1864 y a subteniente el 11 de junio de 1865, año en que fue enviado a Valparaíso, junto con otros cuatro oficiales, para recibir la Unión de Corbeta, que bajo el mando de Grau venía de Europa.
Durante el conflicto con España participó, a bordo de la Unión, en la batalla librada en Abtao, entre la Armada aliada y la Escuadra Española del Pacífico, el 7 de febrero de 1866, lo que le valió el título de Meritorio de la Patria y el ascenso a teniente primero.
Ese mismo año, por haber protestado por el nombramiento del comodoro americano John Tucker como comandante general de la Armada (a petición del presidente Prado), fue separado y sometido a juicio -como lo fue Grau, que encabezó esa protesta-, pero pronto volvió a su institución. Fue entonces miembro de la comisión que iba a traer de los Estados Unidos de América a los monitores Manco Cápac y Atahualpa.
En 1870 fue ascendido a capitán de corbeta e inmediatamente asumió el mando de la Unión y la llevó a Inglaterra para que la repararan. A su regreso fue nombrado subdirector de la Escuela Naval.
Cinco años más tarde, un desafortunado acontecimiento interrumpió momentáneamente su carrera naval. Bajo su mando, la cañonera de Chanchamayo, construida sólo en 1872, se hundió el 13 de julio de 1876 al chocar contra una roca en Aguja Point. Demostrando una grandeza de alma, defendió a todos sus oficiales y pidió todo el rigor de la ley. Fue sometido a juicio, declarado culpable y destituido.
Luego intervino brevemente en la política, defendiendo al Partido Civil en las elecciones parlamentarias de 1877. Cuando Chile nos declaró la guerra, Aguirre estaba trabajando en una guanera en el Pabellón de Pica, cerca de Iquique. Sin embargo, en una muestra de gran patriotismo, ofreció inmediatamente sus servicios al país y pocos días después fue reintegrado a su institución y asignado de nuevo al Sindicato como oficial de personal, a bordo del cual intervino en el combate de Punta Chipana una semana después del estallido de la guerra.
No pasó mucho tiempo cuando Grau, consciente de sus méritos y valor, pidió ser incorporado al Estado Mayor del Huáscar, como segundo comandante, petición que se hizo el 28 de julio. Y en esa misión, en agosto y septiembre acompañó a Grau en sus atrevidos ataques a Antofagasta y a los puertos chilenos.
Vivió las penurias y el insomnio de la gloriosa campaña del monitor, hasta que en la mañana del 8 de octubre de 1879 se enfrentaron a un escuadrón Dios sabe cuántas veces superior. Durante el Combate de Angamos, cuando Grau cayó muerto, Elías Aguirre asumió el mando y, ante la evidente ventaja material de la escuadra chilena, ordenó audazmente atacar con el espolón al blindado chileno Blanco Encalada. Y en esa lucha, una granada enemiga le voló la cabeza. Así, gloriosamente, junto con Grau y otros valientes marineros, ofreció su vida por el país. Tenía sólo 36 años.
Sus restos fueron enterrados en Mejillones (costa de Bolivia), pero luego, en 1908, fueron repatriados y llevados a la Cripta de los Héroes, inaugurada ese año por el presidente José Pardo.
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