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Biografías

Felipe IV de España

Felipe IV de España
Felipe IV de España
Felipe IV de España y III de Portugal. (1605-1665), Rey de Portugal (1621-1640) y de España (1621-1665), durante cuyo gobierno tuvo lugar el más evidente proceso de decadencia de la Monarquía Hispánica. Hijo de Felipe III, a quien sucedió después de su muerte, y de Margarita de Austria, nació el 8 de abril de 1605 en Valladolid y murió el 17 de septiembre de 1665 en Madrid.

Síntesis biográfica

Nacimiento


Felipe Domingo Víctor de la Cruz fue el tercero de ocho hijos, y el primero, del matrimonio entre Felipe III de España y su primo segundo (sus abuelos Felipe II de España y Carlos II de Estiria eran primos) la Archiduquesa Margarita de Austria, nació el 8 de abril de 1605 en Valladolid. Siete semanas después de su nacimiento fue llevada a la pila bautismal de la iglesia del convento de San Pablo en Valladolid en brazos del ambicioso valido de Felipe III, el duque de Lerma.

Príncipe Heredero


En 1608 prestó juramento como príncipe y futuro rey de España (concepto que incluía a Portugal, con su extenso imperio). Desde los reyes visigodos sólo Felipe III y él mismo tenían tal título. Como heredero recibió una educación adecuada a su rango, mostrándose despierto en el aprendizaje del oficio real. En interés de la monarquía, concertó su primer matrimonio con Isabel de Borbón (1615), a una edad muy temprana, cuando tenía 10 y 12 años, respectivamente.

Reinado

Etapas


Al igual que Felipe III, el monarca cedió los asuntos de estado a la figura de los válidos como favoritos reales que trataron de monopolizar las principales funciones del gobierno de la Monarquía.

El reinado de Felipe IV puede dividirse en varias etapas: una primera, hasta 1643, en la que el protagonismo esencial corresponde a su valido, el Conde-Duque de Olivares; una segunda, en la que Luis Menéndez de Haro, Marqués de Carpio, dirigió los destinos de la Monarquía Hispánica (1643-1661); y, por último, los últimos años de la vida de Felipe IV, hasta 1665.

Duque de Olivares


Con Olivares, la Monarquía se involucró de lleno en la Guerra de los Treinta Años, y reanudó la guerra de los Países Bajos que, tras el asedio y la rendición de Breda por Antonio de Spínola (1624-1625), se prolongó sin éxito rotundo en ninguno de los dos bandos. Al mismo tiempo, los tercios españoles luchaban en Alemania en apoyo de los Habsburgo austriacos (Guerra de los Treinta Años) y en Italia (Guerra de la Sucesión de Mantua, 1629-1631), donde la rivalidad entre España y Francia se hizo evidente. Por otra parte, la ascensión al trono inglés de Carlos I provocó la reanudación de las hostilidades entre España e Inglaterra (ataque inglés a Cádiz, 1625).

La victoria española sobre los suecos en Nördlingen (1634) pareció anunciar un triunfo definitivo de los Habsburgo en Alemania, lo que provocó la inmediata intervención de Francia, que declaró la guerra a España (1635). El cardenal-infante Don Fernando, hermano de Felipe IV, se encontraba a las puertas de París (1636), pero se retiró por falta de recursos. Francia tomó entonces la iniciativa y, en 1638-1639, los ejércitos franceses ocuparon el Rosellón, mientras que el escuadrón holandés del almirante Tromp derrotó a los españoles en las dunas (1639).

Olivares, en un agonizante intento de ganar la guerra, obligó a Portugal y a los reinos de la Corona de Aragón a contribuir a los gastos del conflicto, sin respetar los privilegios de esas provincias de la monarquía. Por ello, en 1640, el principado de Cataluña (los segadores reunidos en Barcelona con motivo de la procesión del Corpus Christi se levantaron y, tras asesinar al virrey, proclamaron la secesión de Cataluña) se rebeló contra Felipe IV, al igual que Portugal. El fracaso de las tropas que debían sofocar las rebeliones en 1643, provocó la caída de Olivares y su sustitución por Luis de Haro.

Marqués de Carpio


Los años siguientes no pudieron alterar el curso de los acontecimientos. El Tratado de Münster (que, firmado en 1648, formaba parte del conjunto de acuerdos conocidos como la Paz de Westfalia) consagró la pérdida de las provincias del norte de los Países Bajos. La guerra franco-española continuó, pero a pesar de éxitos como la recuperación de Cataluña, el apoyo de la Inglaterra republicana fue decisivo para la victoria de Francia, que se consumó en 1659 con la Paz de los Pirineos, que dio al reino vencedor el Rosellón, parte de la Cerdaña y los Países Bajos.

Los últimos años


En los últimos años de su reinado, una vez terminados los grandes conflictos, Felipe IV pudo concentrarse en el frente portugués. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Meses antes de su muerte (que ocurrió en Madrid el 17 de septiembre de 1665), la derrota de Villaviciosa (17 de junio) predijo la pérdida de Portugal. La situación en Castilla no era más halagüeña y la crisis humana, material y social afectaba profundamente a las regiones del interior.

El declive de la monarquía hispánica se acentuaría a su muerte, cuando le sucedió su único hijo vivo: Carlos II.

Muerte


A principios de septiembre de 1665, el rey comenzó a sentirse enfermo, depositando heces sanguinolentas, lo que lleva a pensar que cayó enfermo de disentería, a consecuencia de lo cual murió el 17 de septiembre de 1665 del mismo mes, no sin antes sufrir notablemente la enfermedad. Fue enterrado en la Cripta Real del Monasterio de El Escorial, tal como lo había dispuesto en su testamento.

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