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Biografías

Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas. Escritor español, que cultivó todos los géneros literarios de su tiempo. Hombre de acción implicado en las intrigas más importantes de su tiempo, fue doctor en teología y conocedor del hebreo, el griego, el latín y las lenguas modernas. Destacó por su gran cultura y por la acidez de sus críticos; un amargo enemigo personal y literario de Luis de Góngora, otro gran poeta barroco español. Su estilo se caracteriza por lo que se llamó conceptismo. Este estilo existía en un severo contraste con el culteranismo de Góngora.

Siempre se le identificó por su humor amargo y su incesante talento satírico. Su extraordinario dominio del lenguaje le permitió utilizar un estilo refinado, lleno de antítesis y juegos de palabras. Con Quevedo, culminó el barroco literario español. Fue uno de los autores más representativos del conceptualismo y una de las figuras más notables del Siglo de Oro español.

Francisco de Quevedo breve biografía

Francisco Gómez de Quevedo y Villegas Santibáñez, fue el tercero de cinco hijos de Pedro Gómez de Quevedo y Villegas, que ocupó cargos palaciegos como secretario de María de España, hija del emperador Carlos V y esposa de Maximiliano II, el emperador romano, y de María Santibáñez, la dama de honor de la reina. Nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580 en una familia de la aristocracia cortesana, descendientes de la nobleza castellana. Perdió a su padre a los seis años, quedando bajo la tutela de su tío, Don Agustín de Villanueva, del Consejo de Aragón. Físicamente sufrió una ligera cojera por la deformación de sus pies, era extremadamente obeso y su exagerada miopía le obligó a llevar gafas. Siempre llevaba gafas y se le llamaba por su apellido en plural «Quevedos» que en español significaba «el que ve dos».

El joven Quevedo creció rodeado de dignatarios y nobles de la corte real, y aunque físicamente era discapacitado, intelectualmente era superdotado. En Madrid estudió en el Colegio Imperial de los Jesuitas -hoy Instituto San Isidro- y más tarde en la prestigiosa Universidad de Alcalá de Henares, en Madrid, de 1596 a 1600. Por su cuenta, realizó estudios independientes de filosofía, lenguas clásicas, árabe, hebreo, francés e italiano.

Desde 1601 hasta 1606, cuando dejó esta primera enseñanza, estudió teología en la Universidad de Valladolid, ciudad a la que el ministro del rey, el duque de Lerma, había trasladado la corte y que en aquel momento era la capital de España. La teología se convertiría entonces en un asunto de su interés para toda la vida; algún tiempo después compondría el tratado La Providencia de Dios, contra el ateísmo. En aquellos días, se estaba convirtiendo en un renombrado poeta y prosista. Algunos de sus poemas fueron recogidos en una antología de la generación de 1605 por Pedro Espinosa Flores «Flores de Poetas Ilustres». De esta época data también el primer borrador de su novela picaresca «La vida del Buscón», aparentemente escrita como un ejercicio de ingenio cortesano, y algunos panfletos satíricos que le hicieron famoso entre sus compañeros y que más tarde desautorizaría por representar travesuras juveniles.

Por esta época, comenzó un intercambio de cartas muy erudito con el humanista Justus Lipsius, en el que Quevedo lamentaba las guerras que asolaban Europa. La Corte regresó a Madrid en 1606, y Quevedo permaneció hasta 1611. Para entonces, era un conocido y consumado hombre de letras. Se hizo amigo y fue elogiado por Miguel de Cervantes y Lope de Vega, el principal dramaturgo de la época.

Carrera política

Hombre de acción implicado en las más importantes intrigas de su tiempo, se destacó por su gran cultura y por la acidez de sus críticos; amargo enemigo personal y literario del culterano Luis de Góngora, otro gran poeta español del barroco. Entre sus enemigos estaba, entre otros, el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón en quien Quevedo, a pesar de sus propias limitaciones físicas, encontró una fuente de diversión por su físico jengibre y jorobado. También atacó a Juan Pérez de Montalbán, hijo de un editor con el que se peleó, satirizándolo en «La perinola», una cruel obra que incluyó en su libro Para Todos. En 1606, cuando se estableció la corte en Madrid, volvió a ella en busca de éxito y fortuna a través del duque de Osuna, que se convirtió en su protector. También inició un pleito por la posesión del título nobiliario del señorío de La Torre de Juan Abad, pequeña población que dependía del municipio de Villanueva de los Infantes en la provincia de Ciudad Real, en el sur de La Mancha, pleito en el que gastó una gran fortuna y muchas energías hasta 1631.

En 1608, Quevedo se batió en duelo con el autor y maestro de esgrima Luis Pacheco de Narváez, a raíz de su crítica a una de las obras de Narváez. Quevedo y Villegas se quitó el sombrero de Pacheco en el primer encuentro. Seguirían siendo enemigos toda la vida. En «El Buscón» de Quevedo, este duelo fue parodiado con un esgrimista que tuvo que enfrentarse a un experimentado soldado que se basaba en cálculos matemáticos para escapar del duelo.

Quevedo podía ser impulsivo. Estaba presente en la iglesia de San Martín de Madrid cuando una mujer que rezaba allí abofeteó la mejilla de otro hombre que se había precipitado hacia ella. Quevedo agarró al hombre, arrastrándolo fuera de la iglesia. Los dos hombres desenvainaron sus espadas, y Quevedo corrió a través de su antagonista. El hombre, que murió de sus heridas un poco más tarde, era alguien importante. Así pues, Quevedo se retiró en 1613 a Italia, al palacio de su amigo y mecenas, Pedro Téllez-Girón, duque de Osuna, uno de los grandes estadistas y generales de la época, al que acompañó como secretario realizando una serie de misiones para él. Estuvo en Niza, Venecia y finalmente de vuelta en Madrid. Allí se dedicó a todo tipo de intrigas cortesanas para conseguir el virreinato de Nápoles para Osuna, esfuerzo que finalmente dio sus frutos en 1616.

Una vez nombrado el duque de Osuna virrey de los reinos de Nápoles y Sicilia regresó a Italia en el séquito oriental, donde se encargó de poner en orden las finanzas del virreinato, y envió varias misiones relacionadas con el espionaje, a la República de Venecia su principal rival, aunque ahora se cree que éstas no lo involucran personalmente. Fue recompensado por sus esfuerzos con el título de Caballero de la Orden de Santiago en 1618. También sirvió como diplomático en Roma.

Sin embargo, el objeto favorito de su furia y ridículo fue el poeta Góngora, quien en una serie de sátiras mordaz le acusó de ser un indigno sacerdote, homosexual, jugador y escritor de versos indecentes que hacía un uso decidido del lenguaje oscuro.

Muerte

Cuando salió de su encierro en 1643, era un hombre completamente acabado y se retiró a sus posesiones en La Torre de Juan Abad para instalarse después en el convento de los dominicos de Villanueva de los Infantes donde murió el 8 de septiembre de 1645.

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