Luis de Velasco

Luis de Velasco
Entre los más de sesenta virreyes que tuvo la Nueva España y los cuarenta que tuvo el Perú, surge una figura con luz propia: Don Luis de Velasco y Castilla (1538-1617), a quien he apodado, no sin razón, «el virrey de los virreyes».

Biografía de Luis de Velasco

Virrey de México, pertenecía a la familia de los Condestables de Castilla, de la rama de los Señores de Salinas de Pisuerga; su madre, a la familia del dramaturgo Ruiz de Alarcón. Capitán General de las Guardias de España y Virrey de Navarra (1547-48), fue nombrado (1549) para sustituir a Antonio de Mendoza, designado Virrey del Perú, pero dejándole la opción de continuar, en cuyo caso Velasco pasaría al Perú. Al llegar a Nueva España tuvo una larga entrevista con Mendoza en Cholula, quien decidió ir al Perú; como guía dio a su sucesor amplias instrucciones, que Velasco tuvo en cuenta, junto con las que le habían sido dadas en España (fecha 16 de abril de 1550): En estas instrucciones insistió en la evangelización de los indios y en tratarlos bien, evitando que se cargaran para el transporte; que el trabajo de las parcelas no fuera en detrimento del adoctrinamiento; que se recogieran y se obligaran a trabajar, pero con moderación; Se recomendó que se protegiera la escuela mestiza de San Juan de Letrán, que velara por el cumplimiento de las Nuevas Leyes, la liberación de los indios ilegalmente esclavizados, la construcción de puentes y caminos, el fomento del cultivo de moreras, lino y caña de azúcar y la industria textil; que obligara a los españoles perezosos o dispersos a unirse en pueblos y que los encomenderos se casaran, y que se prohibieran las nuevas empresas de descubrimiento o conquista para evitar el abandono y el empobrecimiento del país.

Al mismo tiempo, Antonio de Mendoza le instó a escuchar a los indios, mejorar el tributo a ellos y promover tres actividades de los españoles: la minería -que consideraba la base económica del país-, la ganadería y la producción de seda. Hizo su entrada oficial el 25 de noviembre de 1550, y su conducta no desmerecía la de Mendoza. Poniendo en práctica la parte actual de las Nuevas Leyes, ordenó con toda energía la libertad de los indios injustamente esclavizados, sin la tolerancia que Mendoza y Tello de Sandoval habían tenido con su incumplimiento; se le atribuye el mérito de decir que la libertad de los indios es más importante que las minas de todo el mundo, y que los ingresos que recibía la corona no eran de tal naturaleza que pisotearan las leyes divinas y humanas.

El historiador Calvo dice que emancipó a 150.000 esclavos varones (1551); también prohibió el uso de los indios como animales de carga. Vendió sus haciendas a los oyentes, porque se les prohibió tener granjas; impuso las Nuevas Leyes; continuó la distribución de los indios, pero sin personalismo. Envió a Diego Ramírez como juez comisionado para que escuchara y resolviera favorablemente las quejas de los contribuyentes.

Adoptó medidas para que los frailes no abusaran de los indios y para evitar inmoralidades. Contra el bandolerismo, introdujo la Santa Hermandad, con el nombre de Acordada, con su propio tribunal y cárcel. Tuvo el honor de inaugurar solemnemente la Universidad de México, la primera en funcionar en América, erigida por Real Decreto el 21 de septiembre de 1551, gracias a los esfuerzos de Mendoza y del fraile Juan de Zumárraga; la inauguración de sus estudios se verificó el 3 de junio de 1553.

Fray Alonso de Montúfar, dominico, fue el arzobispo que quiso corregir los abusos y quitar a los franciscanos el exceso de doctrinas que tenían sin poder atenderlas, para entregarlas a los clérigos sobre los que el prelado tenía jurisdicción; para su sostenimiento fue necesario cobrar los diezmos de los que los indios estaban exentos. Montúfar reunió el primer consejo provincial mexicano en 1555, cuyas conclusiones se materializaron en 93 capítulos, impresos en 1556, tendientes a mejorar la moral y evitar abusos en el clero y las costumbres; pero no pudo lograr su objetivo con los frailes, apoyados por el virrey: un Real Decreto de 1557 prohibía introducir cambios en la materia y cobrar los diezmos a los indios, y confirmaba los privilegios de los regulares.

Felipe II ordenó a Velasco, rompiendo la regla mencionada, que enviara una expedición para la conquista de Florida y Velasco envió (1559) a Tristán de Luna, y más tarde en su relevo a Ángel Villafañe (1560), pero la compañía fracasó. En cambio, la colonización del norte de México se desarrolló mucho. En 1548 se habían inaugurado las minas de Zacatecas, que eran muy ricas y dieron en el primer s. 29 millones de pesos, sólo del quinto real.

Para asegurar el camino a Zacatecas, se construyeron las villas y colonias militares de San Fernando y San Miguel el Grande; el gran colonizador del Norte fue Francisco de Ibarra, sobrino de Diego de Ibarra, yerno del virrey y copropietario de las minas de Zacatecas; Francisco de Ibarra, a partir de 1554, realizó una intensa labor de exploración y apertura de minas reales, que culminó con la creación de la provincia de Nueva Vizcaya (1562) y la fundación de Nombre de Dios y Durango (1563); Ibarra también inició la colonización de Sinaloa.

La rigidez del virrey, su carácter inflexible, su profunda moralidad y su amor a la justicia atrajeron muchas antipatías, que amargaron sus últimos años. Una insidiosa petición de ayuda de sus oyentes por ser viejo fue respondida por Felipe II, quien le ordenó consultar a la Audiencia sobre asuntos de gobierno, lo que resultó ser una fuente de corrupción y abandono; Velasco protestó contra esto en 1561, pero el rey, seducido por sus enemigos, no abolió la intervención de la Audiencia, y envió al abogado Valderrama como visitante, un inepto que chocó con todos; duplicó el tributo a los indios, denunció a todas las autoridades y presentó a México un cuadro negro sin fundamento; Vasco de Puga, el conocido jurista, y otro oyente fueron despedidos.

El Virrey murió el 31 de julio de 1564, dejando buenos recuerdos por su justicia, su energía, su amor a los indios y su odio a los abusos, en cuya represión fue menos cauto y más impulsivo que en Mendoza. A su muerte, la expedición de Legazpi a Filipinas ya estaba preparada; poco antes había llegado a México y rivalizaba con el virrey Martín Cortés, hijo del conquistador, cuya conspiración, real o supuesta, se produjo durante el mando de la Audiencia que se pronunció sobre la muerte de Velasco.

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